Conforme a Johnson y Johnson (1997), se pueden considerar tres posibilidades básicas en la interacción entre los alumnos:
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Competir para ver quién es el mejor
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Trabajar de manera individual para alcanzar un objetivo sin tener en cuenta a los compañeros, donde cada alumno es independiente y éxito depende del rendimiento y
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Trabajar cooperativamente con gran interés en el propio aprendizaje y el de los demás, lo que se conoce como “aprendizaje cooperativo”.
La distribución de los puestos dentro del aula permite que el estudiante aprenda a utilizar y percibir tanto el espacio físico como su intimidad personal, para saber cómo y con quién lo utiliza (proxémica, Edward T. Hall, 1963). Luego: ¿Cuál de estas opciones tomar? ¿Cómo organizar los bancos de manera que esta decisión beneficie lo más posible a los estudiantes?
La primera respuesta a estas preguntas puede parecer desalentadora: No hay una disposición infalible, onmipotente y adaptable a todas las aulas (Bonus y Riordan, 1998), no existe un número que se pueda catalogar como ideal, sino que depende de un conjunto de factores, como por ejemplo, el tipo de actividad y el objetivo que se pretende con la misma (Bonals, 2000) y serán los objetivos perseguidos por el profesor los que determinen la efectividad de cada distribución. A continuación se presentan distintas formas de organizar el aula, sus ventajas y aspectos a considerar.